NUEVA
YORK – A primera
vista, la compra de bonos venezolanos no parecería una
opción atractiva
para los inversionistas globales.
El
país está sumido en una
crisis económica y en medio de revueltas, y apenas cuenta con la
liquidez
necesaria para poder alimentar a su pueblo; mucho menos para pagar una
deuda
pública de miles de millones de dólares a inversionistas
extranjeros.
Sin
embargo, los bonos
emitidos por la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA)
han atraído a
algunos de los grupos de inversión más sofisticados
del mundo. Estos
parecen apostar que el gobierno de Nicolás Maduro
destinará sus cada vez más
escasos dólares a pagar a sus tenedores de bonos antes que
a la importación
de alimentos y medicamentos para los venezolanos.
En
particular ha causado
revuelo la decisión de Goldman Sachs de adquirir 2,8 mil
millones de dólares en
bonos de PDVSA, con vencimiento en 2022 y un descuento del 70 por
ciento
respecto de su precio en el mercado.
Esta
inversión provocó un
escándalo político en Venezuela, donde los opositores
llevan meses en las
calles manifestándose en contra del
gobierno autocrático del presidente
Maduro. Casi 60 personas han muerto en los enfrentamientos con la policía
en Caracas y
otras ciudades.
Julio
Borges, diputado de
la oposición que preside la Asamblea Nacional, escribió
una carta de protesta a
Lloyd Blankfein, el director general de Goldman Sachs, en la que acusa
a
la empresa de Wall Street de haber decidido “hacer buen
dinero del
sufrimiento del pueblo venezolano”.
Goldman
Sachs defendió la
legitimidad de su negocio: afirmó que otros inversores
—fondos de inversión y
fondos cotizados en bolsa— también tienen ese tipo de
bonos; además, la
compañía señaló que los títulos
fueron adquiridos en el mercado secundario por
un intermediario, por lo que no tuvo ninguna interacción con el
gobierno
venezolano.
No
obstante, esta
operación pone en evidencia el elevado nivel de riesgo
económico y
político que los inversionistas están dispuestos a
asumir en busca de
inversiones de alto rendimiento.
“En
este momento
prevalecen las tasas bajas, y estos son bonos denominados en
dólares que
ofrecen rendimientos muy altos”, señaló Carlos
de Sousa, un economista de
la empresa de investigaciones Oxford Economics, con sede en Londres.
Algunos
de los tenedores
de cantidades importantes de bonos de deuda de PDVSA son BlackRock, T.
Rowe
Price, Fidelity, JPMorgan Chase y Ashmore, una empresa especializada en
mercados emergentes.
Además
de sus
rendimientos de más del 20 por ciento, la razón de fondo
que hace atractivos
estos bonos para los inversionistas es que la petrolera venezolana
desempeña un
papel crucial: a través de esta puede obtener divisas el
gobierno de
Maduro, que enfrenta tantos problemas.
PDVSA
representa el 95
por ciento de los dólares que ingresan a la economía del
país, así que los
inversionistas extranjeros creen que el gobierno, incluso en el peor de
los
casos, hará todo lo posible para mantener a esta empresa en
operación.
De
Sousa, de Oxford
Economics, también señaka que, a diferencia de los
bonos soberanos
emitidos por el gobierno, los títulos de PDVSA no involucran
mecanismos legales
como cláusulas de acción colectiva, cuyo objetivo es
ayudar a un gobierno a
negociar disposiciones favorables con los tenedores extranjeros en caso
de
algún incumplimiento de su deuda.
Más
aún, los
inversionistas saben bien que el año pasado, incluso con el
grave deterioro de
la situación económica en Venezuela, el gobierno
efectuó pagos por miles de
millones de dólares a inversionistas extranjeros que tienen
bonos de la empresa
petrolera.
Mientras,
la inflación en
Venezuela ha alcanzado cifras de tres dígitos debido a la
caída de los precios
del petróleo, luego de años de mala
administración económica durante la
época en que los ingresos derivados del petróleo
todavía eran altos; la mayoría
de los venezolanos apenas pueden comprar alimentos y cubrir necesidades
básicas. Incluso aquellos que pueden costear su comida casi
todos los días
tienen problemas para obtener productos básicos como pan, huevo
y azúcar debido
a la escasez.
Aunque
el país lleva
más de dos años en crisis económica, la gente
comenzó a lanzarse a las calles
de manera más multitudinaria después de que el Tribunal
Supremo de Justicia de
Venezuela —cuyos magistrados son leales a Maduro—, intentara disolver
la Asamblea Nacional a finales de marzo de este año. La
legislatura, de mayoría
opositora, se considera la única institución
gubernamental independiente del
presidente.
La
transacción con PDVSA
es la señal más reciente de que los inversionistas
extranjeros toman decisiones
cada vez más riesgosas al invertir en obligaciones de deuda de
gobiernos.
En
los últimos meses,
países con bonos de mayor riesgo como Turquía, Rusia y
Brasil han apuntalado
esta tendencia.
Lo
que impulsa esta
apuesta, según algunos analistas, es la idea de que las
economías de los
mercados emergentes, independientemente de sus problemas
políticos y
económicos, no están dispuestas a enfrentar la
ira de quienes invierten en
sus bonos y evitarán incurrir en incumplimientos de sus deudas.
Esto se debe a que
gigantes globales del sector de inversiones como BlackRock y Goldman
Sachs se
han convertido en fuentes de financiamiento rápido: otorgan con
agilidad
préstamos por miles de millones de dólares, o incluso en
moneda local, a
gobiernos de África, América Latina y Asia que en el
pasado recurrían a
los bancos.
Quizá ningún otro
país
dependa tanto de la benevolencia de inversionistas extranjeros
dispuestos a
aceptar los riesgos asociados a los bonos de deuda como Venezuela. De
acuerdo
con la empresa de investigaciones Exotix, Venezuela necesita un
financiamiento
de 17 mil millones de dólares para 2017, pero las reservas de su
banco central
son de apenas 10 mil millones de dólares.
La perspectiva de los
inversionistas es más o menos así: si un bono de
PDVSA se vende a 30
centavos por dólar y ofrece un rendimiento de dos
dígitos —incluso si este
gobierno (o cualquier otro) se ve obligado a incurrir en
incumplimiento—, las
ganancias de su inversión serán suficientes para
contrarrestar cualquier
pérdida.
Aunque Goldman Sachs
intentó justificarse argumentando que compró los bonos en
el mercado abierto a
través de un intermediario, tanto los banqueros como los
negociadores aseguran
que el dinero al final llegó a las arcas de Venezuela, porque el
vendedor de
los bonos petroleros es una institución que tiene
vínculos con el gobierno.
Sin embargo, es poco
probable que, como amenazó Borges —líder de la
oposición—, un nuevo gobierno
vaya a desconocer la validez de estas obligaciones financieras. Estas
se asumen
bajo convenios diseñados para evitar que el emisor —en
este caso, PDVSA—
favorezca a un tenedor pero perjudique a otro.
Es decir: si Venezuela le
pagara a BlackRock o JP Morgan pero no a Goldman, esta tendría
fundamentos
jurídicos para llevar a juicio al gobierno venezolano.
Todo lo anterior indica
que, a pesar de la controversia que despertó el negocio con
Goldman Sachs, los
inversionistas extranjeros seguirán poniéndose en fila
para comprar bonos de
PDVSA.
“Es
la única fuente de
divisas que tiene el gobierno”, explicó De Sousa, el
experto de Oxford
Investments. “Así que pienso que el gobierno
seguirá vendiendo más de este tipo
de bonos a los inversionistas extranjeros”.
Nicholas Casey colaboró con el
reportaje.